El apalancamiento excesivo fue crucial en amplificar la crisis. Así, los inversores compraban acciones financiándose con préstamos, lo que les permitía adquirir títulos por una fracción de su valor real.
Esta práctica multiplicaba las ganancias potenciales, pero también exponía a riesgos enormes, haciendo que cualquier caída del mercado resultara catastrófica para las finanzas personales de millones de especuladores.