Diversificar es clave para reducir riesgos y mejorar la estabilidad de tu cartera.
Por ejemplo, combinar productos de bajo riesgo, como cuentas remuneradas y deuda pública, con opciones más rentables, como ETFs de renta variable, ayuda a equilibrar la cartera y ganar en rentabilidad.
De este modo, podrás adaptar tu estrategia según tus objetivos y nivel de aversión al riesgo.